De Karmelo Bizkarra,
Adapataciones y agregados de Noga Chepelinski.
La alimentación es una parte importante e influyente de nuestra vida y de la salud. Los alimentos que ingerimos forman elementos y sustancias que aportan energía, actúan en el funcionamiento de los órganos, generan nuevos tejidos y restauran los dañados o desgastados.
Los alimentos vivos recogen la energía de la tierra, el aire, el agua y el sol. Son concentrados de las fuerzas de la naturaleza y, en el proceso de digestión y asimilación, esa energía pasa a nuestro cuerpo ayudándole a mantener su equilibrio y salud.
LA COMPOSICIÓN DE LOS ALIMENTOS
Todos los alimentos se componen de diferentes sustancias:
– HIDRATOS DE CARBONO (almidones, azúcares)
Son la fuente primaria y más importante de energía. Cuando se queman se desprende calor y esa energía se utiliza en el funcionamiento del organismo, mientras que el calor ayuda a mantener constante su temperatura.
Los HC pueden ser azúcares o almidones. Los almidones están formados por una cadena larga de azúcares. Entre los alimentos naturales y vivos los más ricos en azúcares son las frutas. Los más ricos en almidones, por su parte, pueden ser de fácil digestión, compuestos por una cadena de azúcares más corta, como la patata, la calabaza y las raíces (zanahoria, remolacha, nabo…) y de digestión más lenta, siendo una cadena de azúcares más larga, los cereales (pan, arroz, maíz, trigo, centeno…).
– LAS GRASAS O LÍPIDOS
Son la fuente secundaria de energía, siendo el material ideal para su almacenamiento. Contienen en relación a su peso, más del doble de energía que los HC ó las proteínas.
Las grasas son sustancias que no se aconseja consumir en mucha cantidad, sobre todo las de origen animal (nata, mantequilla). Los frutos secos contienen cierta cantidad de grasa de muy buena calidad.
El excesivo consumo tanto de grasa como de HC se almacena en el cuerpo frecuentemente en forma de grasa, dando lugar a la obesidad y a otros trastornos metabólicos de mayor o menor seriedad.
– LAS PROTEÍNAS
Son compuestos orgánicos imprescindibles en la formación de los tejidos nuevos, de ahí su importancia para los niños y la mujer embarazada y en la renovación de los tejidos desgastados o enfermos.
Las proteínas son unos de los principales componentes de los tejidos del organismo. Mientras que a los alimentos ricos en HC o grasas se los llama alimentos energéticos, a los ricos en proteínas se los llama alimentos plásticos.
Aunque la función de las proteínas es formar la estructura del cuerpo, cuando hay falta de ingestión de almidones, azúcares y grasas, pueden también ser utilizados para formar energía. Su asimilación y combustión produce un gasto considerable de las fuerzas propias del organismo, mucho mayor que para la asimilación de los alimentos energéticos.
Mientras que por la combustión de los HC y las grasas de nuestro cuerpo se forman siempre como productos finales el agua y el gas carbónico, al quemar las proteínas se forman además otras sustancias más tóxicas, que son los productos nitrogenados: amoníaco, urea, ácido úrico, creatinina. El organismo gasta mucho de su energía en la neutralización de esa sustancia de desecho. El consumo excesivo de alimentos ricos en proteínas, especialmente carnes y pescados, da lugar a la formación de grandes cantidades de estas sustancias tóxicas, cuyo exceso sobrepasa la capacidad de neutralización y eliminación del organismo, en especial del hígado y los riñones, que se sobrecargan mucho, ya que estas sustancias se eliminan por orina. Su acumulación y almacenamiento da lugar a la intoxicación, al agotamiento y a la enfermedad.
Un aporte de 15 a 30 g de proteínas por día es más que suficiente para cubrir las necesidades de una persona.
Los alimentos sanos ricos en proteínas de calidad son, en primer lugar, los frutos secos (nueces, avellanas, almendras, piñones, semillas de girasol y calabaza…), que no deben ser confundidos con la fruta seca dulce (higos secos, pasas de uva, dátiles…) que son alimentos ricos en azúcares. Consumiremos la fruta seca en forma cruda sin tostar ni salar.
En segundo lugar están los derivados de la leche (cuajada, yogur, queso, requesón). Y las legumbres. También los huevos son ricos en proteínas.
Los restantes elementos ricos en proteínas, como las carnes y los pescados, conviene eliminarlos de nuestra dieta.
Para tener en cuenta: una buena masticación y salivación, una dieta sencilla, sin mezclas de alimentos, evitando fermentaciones y putrefacciones, favorece la asimilación en el organismo de la mayoría de las proteínas que ingerimos, siendo los más recomendados las proteínas de los frutos secos.
– LAS VITAMINAS Y LOS MINERALES.
Las vitaminas y minerales tienen funciones afines a las enzimas y hormonas de nuestro organismo y regulan su metabolismo, favoreciendo las reacciones químicas del cuerpo (biocatalizadores).
Algunos minerales se integran a la estructura del organismo y en especial al sistema óseo, otros actúan controlando la función nerviosa, muscular, la coagulación de la sangre, etc.
Las frutas y las verduras son los alimentos con mayor contenido de estos elementos vivos. La falta de dichos alimentos en la dieta provoca carencias y en consecuencia se frenan las reacciones metabólicas normales, dando lugar a desequilibrios o enfermedades. Las frutas y las verduras son los alimentos que nos aportan más vitalidad y por ello deben constituir la base de nuestra alimentación. Es importante consumirlos en gran parte en estado crudo (ensaladas, frutas frescas).
Resumiendo, una dieta sana y completa debe contener todos los alimentos arriba mencionados. Hidratos de Carbono o glúcidos, grasas, proteínas, vitaminas y minerales, en las proporciones indicadas anteriormente y elegidas en su mejor calidad, cuidando que sean elementos vivos y con el menor refinamiento posible, o ninguno (integrales).
Comer sano y natural es una costumbre y disciplina que se va adquiriendo poco a poco.
Desde ya, les deseo la mejor experiencia en este camino hacia la salud física-mental y hacia la experimentación de la plenitud espiritual.